Españoles atestiguan el peor momento que la India atraviesa a causa de la segunda ola de Covid-19. El país asiático se ve sumido en la desesperación por la cantidad de personas que se lleva el virus día tras día. Con más de 300.000 casos y 2.000 muertes al final del día, se vive un momento crítico también para los extranjeros.
Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), hay más de 800 españoles que viven en el país. Amaia Foces, con 51 años y doctora de la familia, es una de las españolas que reside en Nueva Delhi. Como médica de la familia, está encargada del cumplimiento de las medidas de bioseguridad, pues vive a diario con mucha preocupación por la nueva ola de coronavirus. Nueva Delhi amplió el cierre perimetral hasta el 3 de mayo, y Foces expresa que la situación parece ser a causa de una nueva pandemia, “ahora se está muriendo gente joven, con treinta y pocos años, no hay camas, ni oxígeno, ni pruebas PCR. Si en una casa hay un caso positivo, la mayoría se va a contagiar, suelen vivir todos juntos en el mismo edificio”.
La doctora asegura los hospitales solo pueden ofrecer consuelo a la familia y cuidados en casa, lamenta que incluso las consultas en línea (por internet) también están saturadas y solo queda recomendar el uso de morfina para que mueran y atenúen con su sufrimiento dentro de casa junto a la familia.
Ante la crisis sanitaria, Amaia consideró regresar a España con su hija de 14 años a pesar de haber recibido, ella y su esposo, la primera dosis de AstraZeneca y recibir en dos semanas la segunda. “No puedo ir al hospital a ayudar porque la India lleva muy a rajatabla el registro de médicos, pero haré lo que pueda vía telefónica y me ofreceré voluntaria para cuidados paliativos”, afirma ante la impotencia de ver y no poder hacer más.
Asimismo, Jon Aguirre de 34 años trabaja en el área de logística de una empresa española. Vive en Haryana, región que limita con Nueva Delhi, donde rige toque de queda establecido a las 22:00 horas y con los comercios cerrados a las 18:00. “Desde octubre vivíamos en una burbuja paralela, veíamos que en el mundo estaba afectando bastante y en India se hacía vida completamente normal. Lo único obligatorio era la mascarilla, que realmente la gente la llevaba mal puesta. Además, los centros comerciales y los restaurantes estaban abiertos. Aun así, esta subida ha sido bastante sorprendente, yo no pensaba que iba a haber otro cierre como el de ahora”.
A pesar de que la segunda ola afecta gravemente al país, Aguirre no tiene planeado abandonarlo, pero, si realmente el panorama para ellos como residentes empeora, la empresa o la propia Embajada Española les ayudaría a salir.
Gerardo Álvarez-Uría Miyares, de 46 años, es médico y director de la unidad de infecciosos del hospital de Bathalapalli, en el Estado meridional de Andra Pradesh, para la Fundación Vicente Ferrer. Asegura que lo pacientes que llegan al hospital tienen entre 30 y 50 años con graves problemas respiratorios y, que las vacunas no eran una solución del todo, pues existía mucha incertidumbre ante los efectos secundarios, “se ha vacunado bien a los trabajadores de primera línea, pero en la población en general había mucho miedo a los efectos secundarios. Tenían más miedo a las vacunas que al virus, por las noticias que llegaban de Europa y Estados Unidos. En enero y febrero venía muy poca gente, aunque teníamos dosis de sobra. No podemos parar, la vacuna es la única arma que tenemos para parar esto y que no se convierta en una crisis humanitaria”.