Con un aporte y liderazgo de las mujeres al desarrollo de las matemáticas, las ingenierías, las ciencias y las tecnologías (STEM), no es una aspiración contemporánea. En Chile, en 1919, una osada Justicia Espada Acuña se atrevió a romper los cánones sociales de la época y convertirse en la primera mujer en este país en estudiar ingeniería civil y ejercer su profesión. Ahora la formación de mujeres en estas profesiones y su posterior incorporación al mundo laboral sigue siendo un desafío, tanto en Chile como en el resto del mundo.
Según un estudio realizado por Laboratoria en conjunto con el Laboratorio de Innovación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID Lab), en marzo de 2021 el 52% de las mujeres adultas formaba parte del mercado laboral de Latinoamérica, pero su participación en la industria tecnológica era tan solo de un 30%. El informe señala, además, que en las empresas tecnológicas del mundo la representación de las mujeres en puestos iniciales era, hasta esa fecha, superior al 35%, pero disminuía al 24% en puestos ejecutivos y a 3,9% en cargos directivos.
Como sociedad existe la posibilidad de tomar un rol activo y crear un círculo virtuoso para que la adopción de tecnologías en la nube genere nuevas carreras, y que las mismas se traduzcan en nuevas oportunidades, especialmente para mujeres en STEM. Según datos de la UNESCO, en Latinoamérica las mujeres constituyen en promedio el 32% de las estudiantes y graduadas en STEM. En Chile este porcentaje alcanza sólo el 19%.