En los últimos cinco años, la producción de alimentos se estancó, abriendo un camino a la inseguridad alimentaria en el país. Y no se debe al cambio climático, sino a dos factores importantes; el contrabando y la acaparación de más del 67% en tierras agrícolas de soya y sorgo en el oriente boliviano.
El sorgo destaca por la velocidad a la que escala, pasando de 278 mil hectáreas cultivadas en 2017 a 496 mil hectáreas, lo que significa un crecimiento del 78% en cinco años, según los datos del Instituto Nacional de Estadística.
El boom del sorgo está motivado por las compras estatales de este cereal para producir alcohol anhidro, mezclarlo con gasolina y, de esa manera, intentar reducir la importación de combustibles. Desde hace cuatro años funciona una de las plantas destiladoras en Pailón (Santa Cruz) con capacidad para producir seis millones de litros anuales, absorbiendo el 70% de la producción total de sorgo.
Mientras las tierras cultivadas con sorgo aumentaron en 218 mil hectáreas en cinco años (2017-2021), otra es la historia para la producción de alimentos. Los cultivos de caña de azúcar se incrementaron apenas en 25 mil hectáreas y el trigo en 15 mil. En contraste, el maíz se contrajo en 22 mil hectáreas y el arroz en 3,5 mil hectáreas. Los cuatro cultivos alimentarios, representan un crecimiento neto de 14,5 mil hectáreas, equivalentes al 6,6% con respecto al sorgo. La tendencia es más tierras para biocombustibles y menos alimentos.
El siguiente paso al precipicio es la producción de biodiesel a base de soya. El gobierno nacional comenzó a construir plantas de biodiesel en un afán por atenuar la creciente importación de diésel subvencionado. Si este proyecto avanza, los resultados son previsibles.
La soya desplazará la producción de alimentos, la demanda de diésel importado aumentará debido al uso de más maquinarias agrícolas y los agroindustriales venderán a precio internacional el aceite crudo, es decir, no disminuirá el gasto público requerido para la subvención al diésel.
En este panorama, al contrario de las arengas presidenciales, no estamos avanzando hacia la “autosuficiencia alimentaria”, sino hacia la inseguridad alimentaria.