Este pasado 14 de agosto, tras dos años de espera por la pandemia de la Covid-19, miles de bailarines y músicos se reencontraron con la Virgen María de Urkupiña en la fastuosa entrada folklórica, en el municipio de Quillacollo.
Desde las 09:00 horas, la fiesta comenzó en la avenida Martín Cárdenas con el ingreso de bailes típicos como la morenada, el tinku, el salay, la chapaqueada, la chacarera, la diablada y el pujllay, entre otras.
Bajo el derroche de alegría, se impusieron en el recorrido de 4,5 kilómetros que realizaron más de 50 mil danzarines para renovar su fe con la bendición de la Patrona de Integración Nacional.
Uno de los requisitos indispensables fue la portación de carnet de vacunación contra la Covid-19, prendado al vestuario de los fraternos, al igual que la cantidad reducida de integrantes en algunos grupos de baile.
René Valdez, presidente de la Asociación de Fraternidades Folklóricas, indicó que este año sólo el 70 por ciento de los bailarines pudo participar en comparación con anteriores gestiones.
“Estamos con un 70 por ciento en relación a lo que hemos bailado todos los años. Eso es por la pandemia, justamente por eso se ha exigido la vacunación hasta la tercera dosis a los bailarines y se recomendó el uso de barbijo durante el descanso, además de la desinfección permanente de las manos con alcohol”, remarcó Valdez.
Sin embargo, pese a estos detalles, la colorida entrada deslumbró a cientos de feligreses que llegaron del interior y exterior de Bolivia para presenciar el paso de las fraternidades desde las graderías, sillas y aceras.
Tras una peregrinación de tres horas con los fraternos, el alcalde de Quillacollo, Héctor Cartagena, llegó hasta los pies de la Virgen Urkupiña para pedir protección y fortaleza para encarar su gestión municipal.
