Por: Zdenscka Bacarreza Pinilla
El reciente incidente entre el presidente de la Federación Boliviana de Fútbol y el periodista Toto Arévalo no debería pasar inadvertido ni tratarse como una simple anécdota. No se trata solo de un intercambio de palabras: se trata de una muestra preocupante de cómo estamos normalizando la falta de respeto en los espacios donde el diálogo debería primar.
Toto Arévalo no es un periodista más. Es, para muchos, una institución del periodismo deportivo boliviano, un profesional que dedicó su vida a cubrir, comentar y acompañar al deporte nacional durante más de medio siglo. Su voz formó generaciones, su presencia marcó historia, y su compromiso con la información hizo que millones de bolivianos se acercaran al fútbol con pasión y conocimiento.
Más allá de simpatías o desacuerdos, nadie merece ser agredido verbalmente, menos aún una persona mayor, con años de trabajo, experiencia y aporte a la comunicación deportiva.
El respeto no debería depender del cargo que uno ocupe ni de la coyuntura: debería ser un principio básico en la convivencia y, sobre todo, en el deporte, que siempre se ha presentado como escuela de valores.
Podemos discrepar, cuestionar o debatir, esa es la esencia del periodismo, pero la agresión jamás puede reemplazar al argumento.
Ojalá este episodio nos sirva para reflexionar sobre el trato que damos a quienes construyeron camino antes que nosotros.
El respeto, al final, también es una forma de reconocer la historia.
✍️ Escribo esto desde el respeto y la admiración por quienes hicieron del periodismo deportivo una vocación, no una tribuna de poder. Porque sin memoria ni gratitud, el deporte también pierde su esencia.
