Desde que Putin diese luz verde a una “operación militar especial” en el Este de Ucrania el pasado 24 de febrero, el asedio y los bombardeos en distintas ciudades ucranianas por parte de las tropas rusas no han parado. Esta ofensiva bélica lanzada por Vladimir Putin tiene como objetivo “desmilitarizar y desnazificar Ucrania”.
Sergei Shoigu, Ministro de Defensa ruso,anunció el domingo, la captura de la ciudad de Lisichansk, el último bastión de las fuerzas ucranianas en la región oriental de Lugansk, uno de los grandes objetivos de la invasión rusa del país y que ya ha sido “liberada”, en palabras del militar.
Tras hacerse con el control total la República Popular de Lugansk (RPL), Vladimir Putin, presidente de Rusia, ha felicitado a sus militares y las milicias prorrusas por su victoria en Lugansk, y ha exigido a su Ejército; “cumplir sus tareas según los planes establecidos”, es decir cumplir con los mismos avances en los otros frentes, siendo el siguiente objetivo controlar la autoproclamada República Popular de Donetsk (RPD).
Giulislav Volodin, portavoz parlamentario ruso, afirmó bajo la misma línea, que la operación continuará porque Ucrania está haciendo “todo” para garantizar que las tropas de Moscú no detengan su “operación militar especial” en las fronteras de Lugansk y Donetsk.
Nikolái Pátrushev, secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, ha insistido en que Rusia busca “defender a la gente del genocidio que lleva a cabo el régimen neonazi ucraniano, desmilitarizar y desnazificar el territorio de Ucrania, y conseguir su estatus neutral”.
En su intervención, Pátrushev ha arremetido contra EE.UU., al que ha acusado de “apostar por el debilitamiento y la opresión de Rusia en aras de su dominio y de la preservación de la superioridad político-militar que obtuvo a fines del siglo pasado”.