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Divididos como siempre

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Como en película de terror, el pasado viernes 13 Manfred Reyes Villa salía de las oficinas del Tribunal Supremo Electoral al momento de recibir la personería jurídica de “Súmate”. Las palabras “Ya podemos hablar, nos vamos a lanzar; ya tenemos la personería jurídica, ya podemos hablar de Manfred, candidato a la presidencia” hablaban de uno de los principales frentes de oposición al actual gobierno que se abalanza con miras a las elecciones.

Por su parte este domingo 15 de diciembre en medio de los comisión judiciales, el expresidente Jorge “Tuyo” Quiroga; publicaba una imagen a dos colores donde se podía leer claramente su sobrenombre, seguidamente este lunes recién iniciada la jornada, varios medios de comunicación hablaban de un gran anuncio por parte de Quiroga; para el martes  17 de diciembre, adelantando que quiere llegar a ser presidente y una alianza con el Frente Revolucionario de Izquierda (FRI); con miras a las elecciones presidenciales 2025.

Las condiciones están dadas, cada uno de estos personajes políticos apuntan a postular por la silla presidencial boliviana, por lo mismo se tiene a una oposición fragmentada de inicio.

Por su parte en la esquina azul el panorama es similar, existen dos “alas” que han buscado quedarse con la sigla del MAS IPSP, con miras a las presidenciales 2025; los llamados “arcistas” se han hecho del control del partido gobernante “en mesa” es decir, por una resolución emitida por el Tribunal Supremo Electoral, Grover García fue reconocido como presidente del MAS IPSP el pasado 26 de noviembre.

Posteriormente el expresidente Evo Morales habló de una “sigla prestada o regalada” para lanzarse a la justa electoral del 2025 y así convertirse en un candidato adicional. Sin embargo, estos no serían los únicos; en redes sociales se habla de la postulación del Capitán Lara, del excandidato Chi Hyun Chung y del empresario Samuel Doria Medina; como tres opciones más, por mencionar alguna con miras a las elecciones.

Solo en este sencillo y breve recuento hablamos de 7 posibles candidatos, lo que se convierte en el escenario del terror para la oposición al actual gobierno, el voto se ve dividido y aún no hay voces de unidad que es lo que varios bolivianos preferirían para asegurar la derrota del partido gobernante; de continuar con estas condiciones estaremos, una vez más,  hablando de una elección con varios candidatos hay pocas posibilidades de que uno de ellos logre hacerse de la presidencia con más del 50%.

En estas condiciones es prudente recordar el panorama político electoral del 2019 donde nuestro país vivió un proceso electoral marcado por la controversia y la polarización. Las elecciones generales estaban programadas para el 20 de octubre de 2019. Tras celebrarse las mismas y las posteriores denuncias de fraude que desembocaron en la renuncia de Evo Morales en noviembre del mismo año, Bolivia enfrentó un periodo de inestabilidad política. Jeanine Áñez asumió la presidencia como presidenta interina, pero su gobierno fue criticado por la falta de legitimidad y por la represión de protestas. Las elecciones generales estaban inicialmente previstas para mayo de 2020, pero debido a la pandemia del COVID-19, se pospusieron para el 18 de octubre de 2020.

Ahí los contendientes fueron los siguientes: Luis Arce por el Movimiento al Socialismo – MAS IPSP, quien anunció de postulación el 24 de diciembre de 2019; Arce fue ministro de Economía durante el gobierno de Evo Morales y se presentó como el candidato del MAS, buscando restablecer políticas económicas que habían sido “exitosas” durante su administración.

Posteriormente Carlos Mesa, por Comunidad Ciudadana quien confirmó su candidatura con aires de revancha en enero de 2020; Mesa continuó siendo un fuerte opositor al MAS y buscó capitalizar la desconfianza hacia el gobierno interino, prometiendo un retorno a la democracia y un enfoque en los derechos humanos.

Tras esos dos esperados anuncios de postulación por parte de los partidos que pelaron la presidencia en las fallidas elecciones del del 2019 entró al cuadrilátero Luis Fernando Camacho por el partido Creemos, quien anunció su candidatura el 11 de agosto de 2020; Camacho fue uno de los líderes cívicos que jugaron un papel importante en las protestas contra Evo Morales en 2019. Su campaña se centró en la lucha contra la corrupción y el fortalecimiento del estado.

Tras conocer a estos tres fuertes contendientes, continuaron apareciendo más candidatos como Chi Hyun Chung por el Partido Demócrata Cristiano, Felipe Quispe por el Movimiento Túpac Katari con un enfoque en la defensa y promoción de los derechos indígenas. También se postuló por un tiempo Jeanine Áñez que en ese tiempo era la jefa de estado, pero retiró su candidatura al ver la desunión en los opositores al MAS IPSP.

Con esas particularidades las elecciones se llevaron a cabo el 18 de octubre de 2020, con una alta participación ciudadana. Luis Arce, candidato del MAS, ganó con una amplia mayoría, obteniendo aproximadamente el 55% de los votos. Carlos Mesa quedó en segundo lugar con alrededor del 29%, mientras que Luis Fernando Camacho ocupó el tercer lugar con aproximadamente el 14%. La victoria del MAS fue interpretada como un rechazo a las políticas del gobierno interino y un retorno a las políticas económicas implementadas durante el gobierno anterior, en consecuencia; Luis Arce asumió la presidencia el 8 de noviembre de 2020, prometiendo trabajar por la unidad nacional y abordar los desafíos económicos exacerbados por la pandemia. Su llegada al poder marcó un cambio significativo en la política boliviana, restableciendo al MAS como fuerza dominante después del tumultuoso periodo posterior a las elecciones de 2019.

¿Hay alguna posibilidad de que el panorama actual cambie en los próximos meses? Esperemos que sí ya que; menos cantidad de votos representa menos nivel de gobernabilidad para cualquiera que quiera llegar a la silla presidencial y eso complica aún más el panorama para un país que se hunde en una crisis económica anunciada hace muchos años y poco trabajo para evitar seguir cayendo en el abismo de una inflamación de proporciones preocupantes para cualquier ciudadano boliviano, sin importar la clase social, el partido político o la ocupación que se tiene.

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