Hace cinco días se reportó la muerte de Aruká por COVID-19, el último hombre del pueblo indígena Juma, quien fue testigo de la dramática caída demográfica que sufrió su pueblo.
Juma, el pueblo indígena, ha sido víctima de múltiples masacres y enfermedades en los últimos 50 años. Aruká atestiguó cómo su pueblo se fue reduciendo de 15.000 habitantes a solamente 4: sus hijas y él. Actualmente, tras su muerte, las únicas Juma que quedan son sus hijas. El indígena falleció en el hospital de Porto Velho, donde se hallaba internado desde el 2 de febrero por las complicaciones que trajo el nuevo virus.
Gobierno de Bolsonaro ha recibido una gran cantidad de críticas por este caso, que se menciona, no es el único. Se estima que, de los 896.900 miembros de pueblos originarios en Brasil, fallecieron 572 por la COVID-19. Sin embargo, según la Asociación Indígena Independiente (APIB) el número de decesos es mayor y alcanza una cifra de 970.
Coordinación de las Organizaciones Indígenas de la Amazonía Brasileña (COIB), comunicó que el pueblo de los Juma se encontraba dentro de las barreras sanitarias que dispuso el Gobierno para evitar que el virus llegase a las poblaciones indígenas. Sin embargo, criticó que Bolsonaro no materializó estas medidas, y que sólo se instaló un puesto de control en la carretera Transamazónica, el cual fue calificado como ineficiente frente a las cifras de decesos.
Para mantener el legado de su abuelo, los nietos de Aruká planean llevar el apellido Juma para mantener viva la identidad del pueblo de sus madres. Este es un hecho sin precedentes, puesto que las poblaciones indígenas tienen una tradición patrilineal y no se ha visto que un individuo se identifique con el apellido y origen de la madre.