Este sábado 10 de julio, Carlos III fue proclamado de manera oficial Rey del Reino Unido, abriendo una nueva era en la historia de un país que se preparaba para despedir a Isabel II, su guía y símbolo de estabilidad durante siete días.
En una solemne ceremonia televisada desde el Palacio de Saint James en Londres, en presencia de su heredero Guillermo, la reina consorte Camila, la primera ministra Liz Truss y todos sus predecesores vivos, el Consejo de Ascensión firmó y anunció la proclamación del nuevo rey.
“El príncipe Carlos Felipe Arturo Jorge se convierte ahora, por la muerte de nuestra señora soberana de feliz memoria, en nuestro rey Carlos III. íDios salve al rey!”, proclamó el consejo antes de que el propio monarca fuese llamado a la sala.
Por consiguiente, el nuevo soberano, afirmó: “El reinado de mi madre fue inigualable por su duración, dedicación y devoción (…) Soy profundamente consciente de esta gran herencia y de los deberes y pesadas responsabilidades de la soberanía, que ahora se me transmite”.
Siguiendo un protocolo cuidadosamente diseñado desde hace tiempo, el hijo de 73 años de la difunta reina se instala poco a poco en la jefatura de Estado y en el corazón de los británicos.
Su proclamación fue leía después al público desde un balcón del palacio, bajo el son de los trompeteros reales y en presencia de la guardia real con su aparatosos sombreros de pelo de oso negro, así como un nutrido grupo de curiosos.
Tras siete décadas de reinado de la reina Isabel II, ningún soberado británico ha esperado tanto para subir al trono y Carlos III deberá esperar un poco más para su ceremonia de coronación, en cuya fecha no piensa aún nadie: su propia madre aguardó más de un año tras convertirse en reina.
Luego de la enorme popularidad de Isabel II, el ascenso de Carlos III, menos popular, abre un período delicado para una monarquía que enfrenta múltiples retos, desde el deseo de distanciamiento de algunos países de la Commonwealth hasta las críticas a su pasado colonial y esclavista.
Además, el Reino Unido enfrenta su peor crisis económica en 40 años y ha visto pasar cuatro primeros ministros en seis años. Las divisiones recorren el país por el Brexit y por los deseos de independencia en Escocia e Irlanda del Norte.